El sistema de becas en la Universidad Autónoma de Barcelona
Barcelona. 29/11/14. Carla Moure, Daniel Solera, Eva Torrent, Carlos Vecino.- Hace una semana se empezaron a resolver las incógnitas que hacían padecer a muchos estudiantes catalanes, la resolución de las becas otorgadas por la Generalitat. A mediados de noviembre se notifica a los estudiantes acerca de su situación: becado o no becado. Muchos están tranquilos, ya que llevan años cumpliendo los requisitos. A otros la crisis les ha hecho empezar a pedir becas y a otros la recesión económica se las ha quitado, por la disminución de ayudas y aumento de los requisitos para solicitarlas. Aún así, a muchos les queda todavía la esperanza de obtener las becas del Ministerio, de las que aún no hay resolución.
En el panorama actual, las universidades públicas
españolas son las sextas más caras de la Unión Europea y van precedidas de
las universidades de Portugal, Holanda, Italia, Irlanda y el Reino
Unido. Un estudio publicado por el Observatorio del Sistema Universitario el año
2012 revelaba que los españoles pagan entre un 19 y un 20% del coste de sus
estudios, una cifra bastante alta si se compara con otras universidades
públicas del resto de Europa. Y más si se tiene en cuenta el modesto nivel de
becas que se otorgan en España.
Pero las diferencias no solo existen entre los países de
la Unión Europea. Si comparamos los precios para cursar un mismo estudio en
diferentes comunidades autónomas españolas las cifras también son muy
distintas. El gráfico a continuación muestra la evolución del precio de
los créditos matriculados por primera vez en seis comunidades autónomas
distintas. Las tres primeras, Galicia, Andalucía y Cantabria son las
comunidades con los créditos más baratos. En cambio, Cataluña, Madrid y la
Comunidad Valenciana tienen los precios más elevados.
No solo es diferente el precio sino que la evolución en
los últimos años es también muy distinta. Mientras que en Cataluña o en Madrid
el precio ha subido sustancialmente, en Galicia el gasto por cada crédito se
mantuvo en la misma cifra durante dos cursos seguidos.
Para que los catalanes puedan seguir
estudiando una carrera universitaria y puedan asumir los costes de esta,
todavía existen becas que asumen parte del gasto. El número de becas también ha ido cambiando estos últimos años y como se
aprecia en el siguiente gráfico el número de beneficiarios ha tenido que
aumentar porque cada vez resulta más caro estudiar un grado universitario. Por
lo tanto, el importe total ha tenido que subir también para poder dar ayudas a
buena parte de estudiantes.
El Gobierno ataja el bastión de los becarios
Tradicionalmente, la política del Ministerio de Educación
garantizaba el acceso de los estudiantes al sistema universitario fuera cual
fuera su origen. Esto era posible gracias a la convocatoria -anual- de la Beca General. La mayoría de los
estudiantes tenían, en el peor de los escenarios, asegurada la eximencia en el
pago de la matrícula, lo que se traducía en que buena parte de las familias no
cumplían los requisitos económicos para recibir ayudas directas al estudio de
sus vástagos pero a cambio tampoco tenían que pagar en concepto de
matriculación universitaria.
Si la renta media anual de los hogares
españoles, según datos del Instituto Nacional de Estadística, se cifra en
26.000 euros, solo aquellas familias de cuatro miembros cuyos ingresos anuales superasen los 38.000 se
verían obligados a abonar el importe por crédito establecido en su facultad.
Además, el programa estatal incluía también ayudas directas a las familias por
debajo del umbral de los 36.000 euros; a estudiantes de familias
monoparentales; a estudiantes matriculados fuera de su provincia; o jóvenes
emancipados, además de ayudas para sufragar el coste del transporte de la residencia
al centro de estudios correspondiente.
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Umbrales de renta y cuantía de la beca. Fuente: MECD |
Sin embargo, el sistema no discriminaba a los estudiantes
por sus resultados académicos más allá de aquellos situados en la excelencia,
con lo que las ayudas, en cierta manera, al final llegaban al estudiante que
las necesitaba independientemente de que aprobara o no; y ese fue el resquicio
que aprovechó el Ministerio presidido por José Ignacio Wert en abril de 2012
para justificar el hachazo al presupuesto en becas, reducido de un curso a
otro en 43 millones de euros de un total de 1.200. El Gobierno endureció
repentinamente y dejando casi sin margen de maniobra a los universitarios menos
brillantes las condiciones de acceso a las ayudas públicas.
Así, se estableció que para ser beneficiario de las
ayudas directas del Ministerio todo universitario debía tener en su expediente
del curso anterior al que pedía la subvención una nota igual o superior al 6’5.
Otras medidas que dividieron a la comunidad universitaria y sembraron el pánico
entre el alumnado eran requisitos como el haber superado el 90% de los créditos
matriculados en carreras de Letras y Humanidades y el 50% en los grados técnicos
tales como Ingenierías o Medicina, en los que la exigencia para el estudiante
es mayor.
Otras becas emblemáticas de los pasados años prósperos -o
sin recortes- se veían aún más amenazadas, como la aportación al programa
Erasmus por parte del Estado para la movilidad de los estudiantes dentro de la
Unión Europea, reducida casi a la mitad. Las becas Séneca, que permitían el
intercambio de estudiantes por un máximo de un curso entre universidades
españolas, directamente han dejado de existir a partir del presente curso.
La Generalitat, al rescate
Bajo la amenaza de ver a una parte sustancial de sus
universitarios marginados de facto del sistema educativo, y con los sindicatos
de estudiantes y toda la comunidad educativa movilizada, los gobiernos
autonómicos impulsaron o potenciaron sus propios sistemas de becas. En el caso
de Cataluña, la Generalitat tiró de la ya existente Agencia de Gestión de Ayudas Universitarios e
Investigación (AGAUR), que gestionaba todo tipo de ayudas a la
investigación en el sistema universitario, para crear las Becas Equitat, que
como su propio nombre indica, hacen que el alumno de un estrato humilde no le
toque pagar lo mismo que al acomodado en concepto de matrícula.
Al igual que el Ministerio,
Ensenyament, la cartera homóloga para la Generalitat de Catalunya, estableció
sus propios baremos, en este caso hasta seis, para
determinar si al alumno en cuestión le corresponde pagar un 100, un 50, un 20 o
un 10 por ciento del precio público establecido por crédito universitario.
Según datos del Govern, en su primera convocatoria
se recibieron un total de 28.664 solicitudes para reducir la cuantía total del
precio de la matrícula, de las que 19.095 fueron aprobadas, con un presupuesto
cercano a los 30 millones de euros.
Funcionamiento de las becas en la UAB
Hoy en día, los universitarios españoles cuentan con las
becas ofrecidas y gestionadas por el Ministerio de Educación y, en Cataluña, la
Agència de Gestió d’Ajuts Universitaris i de Recerca, pero además la mayoría de
centros universitarios tienen programas propios, en los que ofrecen becas a los
estudiantes más brillantes o en situaciones sobrevenidas que les vayan a
impedir estudiar. Las becas oficiales se otorgan según los baremos
políticos impuestos por el Gobierno y la Generalitat. Estas becas en concreto
son las que han experimentado más cambios, ya que han bajado enormemente los
recursos económicos destinados a ellas, y además, se han endurecido
notablemente los requisitos de acceso.
Sílvia Carrasco, Vicerrectora de Estudiantes y Cooperación de la UAB se lamenta: “El
caso más grave es el de las becas del Ministerio de Educación, que exige una
media de 6,5 para poder obtener o renovar una beca, cosa que afecta siempre más
a los estudiantes con rentas más bajas. En el caso de las becas de la
Generalitat, la mayor cantidad que se puede obtener es el 50% del precio de la
matrícula, es decir, son ayudas muy limitadas”.
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Silvia Carrasco, Vicerrectora de la UAB. Foto: UAB |
Desde la Universidad Autónoma de Barcelona se muestran
orgullosos de su propio programa de ayudas a los estudiantes. En el curso
2012-2013 la UAB puso en marcha un paquete de medidas para paliar los efectos
de la situación económica entre los estudiantes.
Por una parte, existen las Becas Finestreta, las más solicitadas, para
estudiantes cuyas situaciones familiares han empeorado una vez finalizado el
plazo para solicitar becas oficiales, y por tanto se quedarían sin ayudas
durante un año. Existen también los llamados Ajuts d’Emergència, para los
estudiantes que no cumplen con los requisitos oficiales, pero presentan
situaciones de necesidad, que ponen en riesgo la continuidad de sus estudios.
Por otra parte, también se puede contar
con ayudas al estudio, como por ejemplo las Becas Salario o las ayudas de
colaboración del Programa Institucional, por el cual los alumnos prestan un
servicio a la Universidad y esto se retribuye en ayudas en su matrícula.
A pesar de las ayudas que se ofrecen desde la UAB,
Carlota Gallés, co-secretaria del consejo de estudiantes y asesora en materia
de becas de la Facultad de Comunicación, considera que "aunque es cierto
que desde la Autónoma se están haciendo muchos esfuerzos por mejorar la
situación actual y paliar los recortes que han habido, todavía faltan ayudas
para poder satisfacer a todos los estudiantes que tienen problemas económicos".
Paula Rico, alumna de tercer curso de Criminología en la Facultad de Derecho de
la UAB, contaba con la gratuidad del 50% de la matrícula por pertenecer a una
familia del tipo monoparental, pero con el endurecimiento de requisitos dejó de
optar a esta beca. Aún así, gracias a las ayudas de la universidad pudo seguir
estudiando y este año se ha resuelto su situación “Por fin he obtenido la Beca
Equitat de la Generalitat, con la que tengo el 50% de la matrícula gratis. Ese
dinero supongo que me lo devolverán, porque de momento yo ya la he tenido que
pagar entera”.
El caso de Anna Mirón, estudiante de cuarto curso de
Periodismo, también en la UAB, no se resolvió tan positivamente. La estudiante
optaba a las becas del Gobierno y de la Generalitat, gracias a las que pudo
pagar la carrera en primer y segundo curso. El problema llegó en tercero:
“Suspendí dos asignaturas, por el poco tiempo que me quedaba para estudiar
debido a mi trabajo, y en tercer curso ya no me concedieron ninguna de las
becas. A partir de ahí todo se torció, tuve que trabajar mucho más ese año, y dejé
de matricularme en más de la mitad de asignaturas”.
Pablo Bosch, estudiante universitario de la UAB, entiende la situación actual de las
becas y explica cómo ve lo ve en el siguiente vídeo:
Fuente: XXX
El caso de Albert Méndez no es el más actual pero
sí el más paradigmático. El joven de Igualada financiaba sus estudios de
Geografía en la UAB con un empleo a tiempo parcial como repartidor en moto de
un negocio de comida rápida las noches de los jueves, viernes y sábados, por lo
que se embolsaba cerca de 300 euros mensuales. Ese miniempleo, tal y como le
llamaríamos hoy, era un auténtico bálsamo para una unidad familiar en que los
sustentadores económicos se encuentran sin trabajo, algo muy común en la
comarca del Anoia, la segunda con mayor tasa de desempleo en Cataluña.
El dinero que Méndez percibía por un trabajo que diezmaba
a su vida social -la noche de los viernes y sábados es la más cotizada entre
los jóvenes- le llegaba para reunir los casi 1.800 euros que le costaba en el
curso 2011/2012 estudiar en la UAB, entre matrícula y transporte público. El
estudiante pasó de curso con un suspenso, que le obligaba a repetir una
asignatura al siguiente año, pero su sorpresa llegó a mediados de julio de
2012, en pleno período de matriculación universitaria. El precio de estudiar el
segundo curso de su carrera, sumado al abono de las altas tasas que se imponen
por segunda matriculación de asignaturas suspendidas, ascendía a más de 2.000
euros.
Para entonces, el Partido Popular ya llevaba meses en el
Gobierno, y con él la segunda ronda de recortes, también en la enseñanza. A
propuesta del Govern de la Generalitat de Catalunya, el ejecutivo de Mariano
Rajoy aprobó un decreto por el cual los precios públicos
en las universidades podían ascender del 12,5 al 25% del coste total por
crédito, medida que en la práctica supuso subidas de hasta el 100% en el precio
de la matrícula en algunos casos extremos.
Méndez lo explica: “Después de todo mi
esfuerzo para compaginar trabajo y estudios y todo lo que me costó aprobar las
nueve asignaturas que me saqué, cuando vi que el precio del siguiente curso
había subido aún más. El mundo se me vino abajo. Me sentía como que nadie me
apoyaba, que a nadie le importaba que por falta de tiempo, por culpa del
trabajo que necesitaba para pagar la matrícula me dejara una asignatura. Dije
basta”. Méndez, profundamente abrumado, decidió no matricularse y con ello
dejar de estudiar, sin intentar siquiera hablar con su universidad, porque “lo
único que hubieran hecho es darme un préstamo con unos plazos para pagar
una cosa para la que no me llegaba, y encima con un alto interés”.
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